jueves, 13 de noviembre de 2008

Los Cokette, I. Moratalla y M. Ruíz, 2º ESO.

Como tema de una exposición oral, Irene y María presentaron una tribu de su propia invención. Lo que leeréis a continuación son fragmentos de su trabajo:
(...) Y de este modo pasamos a ser "una tribu" en las horas de recreo, luego "una religión" y, por último, un modo de vida. Y nos llamamos oficialmente los "Cokette". Esta palabra viene de una pegatinas en forma de labios que había en el colegio y que no se sabe cómo llegaron allí.
Como todo esto pasó en el comedor escolar y la cuidadora era mala, mala, malísima, decidimos que ella sería nuestra principal enemiga. Se llamaba Rosa y por ese motivo el rosa es el color de luto de los cokette.
En qué consiste ser cokette:
Para ser un buen cokette no hace falta mucho, solo hay que seguir una normas. Tienes que creer en Melendi y en El Canto del Loco. Y tienes que odiar a Rosa, pero no tanto como la odia el mago don Andrés. Has de pensar que el mundo se originó porque Rosa se comió un planeta y otro y otro... Entonces le entró un dolor de barriga monstruoso y explotó.
Vocabulario cokette:
Inestable: Mesa americana de Inés.
Ondeando: ¿Ónde estoy?
Camarón: Aparato enorme que saca fotos.
Decimal: Pronunciar equivocadamente.
Bermudas: Observar a las que no hablan.
Telepatía: Aparato de televisión para la hermana de mi madre.
Barbarismo: Colección exagerada de muñecas Barbie.
Polinesia: Mujer policía que no se entera de nada.
Chinchilla: Auchenchia de una lugar para chentarche.
Diademas: 29 de febrero.
Manifiesta: Juerga de cacahuetes.
Meollo: Me escucho.
Endoscopio: Me preparo para todos los exámenes excepto dos.
Nitrato: Ni lo intento.
Nuevamente: Cerebro sin usar.
Talento: No tá rápido.
Esguince: Uno más gatorce.
Esmalte: Ni Lune, mi Miélcole
Sorprendida: Monja en llamas.

lunes, 28 de abril de 2008

Caligramas

Ahora, os presentamos una muestra de caligramas elaborados por alumnos del instituto a lo largo de los cursos. Alumnos que quizá son poetas, pero que aún no lo saben... (S. Díaz, A. Gea, Z. Curbera)




sábado, 26 de enero de 2008

Trueno de M. Zapater, 2º ESO

(Mariola Zapater nos ha ofrecido una muestra de cuento al más puro estilo tradicional: una historia sencilla, elementos que se repiten, animales que hablan...)

Había una vez un perro llamado Trueno al que un día sus dueños dejaron en un jardín abandonado y nunca más volvieron.
No sabía cómo ni por qué estaba allí, simplemente estaba. Se pasó días vagando, no estaba acostumbrado a lugares tan oscuros como ése, ya que antes vivía en un chalet cerca de la costa.
Se encontraba cansado, tenía hambre y ninguna gana de seguir en ese lugar. Se sentó bajo un árbol y notó una presencia tras él. ¡Era una serpiente!
- Socorro. Ayuda.- pensó Trueno, pero no se movía del sitio.
La serpiente se presentó:
- Hola, me llamo Lola y soy linda como una amapola.
Trueno pensó: "Qué serpiente tan curiosa parece Lola." Pero no se atrevió a decir nada. Lola insistió:
-Llevo aquí un buen rato. ¿Es que se te ha comido la lengua el gato?
Trueno decidió hablar:
- Hola, me llamo Trueno. Lo que me pasa es que mis dueños me han dejado aquí abandonado y tengo hambre, sueño y miedo.
Lola le contestó:
- No te preocupes, guapo, te llevaré con mi amigo el Sapo.
Lola llevó a Trueno a ver al Sr. Sapo, que les esperaba con fruta para comer. Trueno agradeció al Sr. Sapo y a Lola la comida y les preguntó:
- ¿Me podéis ayudar? Es que ya no tengo hambre, pero sigo estando cansado y tengo miedo.
Lola le respondió:
- No te preocupes, rico, yo te llevaré a ver a mi amigo Pico.
Pico era el rey del jardín y un halcón muy majo. Él dejó a Trueno dormir en su casa. Al día siguiente Trueno agradeció a Pico y a Lola sus atenciones y les dijo:
- Ya no tengo ni hambre ni sueño, pero sigo teniendo miedo.
Lola le respondió:
-No te preocupes, chato, yo te llevaré a ver a mi amigo el Gato.
Ya allí, el Sr. Gato le ayudó a defenderse, así se podría proteger y ya no tendría miedo.
Trueno agradeció a Lola, al Sr. Sapo, a Pico y al Sr. Gato todo lo que habían hecho por él y les pidió un último favor, quedarse con ellos para siempre. Ellos aceptaron encantados y vivieron felices y comieron perdices.
Fin.